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Repercusiones Psicológicas de la Obesidad Infantil.

Ps. Margaret Gibson Craig Carmichael

La obesidad infantil representa uno de los problemas más grande de salud pública del siglo XXI pudiendo generar grandes consecuencias a largo plazo como enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y colesterol alto. También puede afectar la estabilidad socioemocional de niños y jóvenes generando baja autoestima, aislamiento, depresión, ansiedad, bajo rendimiento académico, entre otros.

El niño obeso sufre en ocasiones de rechazo social, a menudo se convierte entre sus iguales en motivo de bromas, sobrenombres, insultos, rechazo y discriminación asociados a ciertos estigmas que repercuten de manera negativa en la calidad de vida del niño o joven obeso. Esto puede dejar profundas huellas si tenemos en cuenta que se encuentra en una etapa, donde se está formando su personalidad y esta aprendiendo a relacionarse con sus pares y el mundo.

Todo esto puede contribuir a que el niño o joven esté triste, nervioso y sea más bien solitario, lo que a su vez puede hacer que aumente la ingesta de alimentos como una manera de compensar lo que está sufriendo.

El estigma social de la obesidad repercute negativamente en el auto concepto que va formando el niño de sí mismo, produciendo un daño en la valoración de su imagen corporal y autoestima.

La obesidad infantil tiene factores multicausales, desde factores genéticos, metabólicos, psicológicos y conductuales. Es importante evaluar la responsabilidad individual, familiar y la sociedad en el desarrollo de esta patología.

Los cambios de estilos de vida resultantes de vivir en una sociedad globalizada donde hay una alta oferta de alimentos de alto contenidos calóricos, el aumento del sedentarismo y el desarrollo tecnológico que hacen innecesario el esfuerzo físico; han contribuido en gran medida a esta problemática.

El sedentarismo se ve reforzado por la disminución de espacios recreativos, uso de la televisión y videojuegos. Datos del National Health Examination Survey han demostrado que el número de horas que un niño ve la televisión está íntimamente relacionado con el riesgo a desarrollar obesidad.

La familia, a su vez tiene un rol fundamental ya que los padres son los principales encargados de establecer pautas y hábitos saludables como alimentación, recreación, ejercicio y descanso. La no existencia de hábitos saludables en la familia, contribuye en gran medida al desarrollo de la obesidad. No hay que olvidar que los padres son el principal modelo de los hijos y estos aprenden observando sus conductas.

Para finalizar algunas recomendaciones son:

1. Adoptar hábitos alimenticios saludables: los padres son los encargados de inculcar a los niños una correcta alimentación. La dieta equilibrada es la base de es la base de una buena alimentación.

2. Realizar actividad física: el ejercicio junto a una correcta alimentación es determinante para prevenir la obesidad infantil.

3. Evitar el sedentarismo: la inactividad predispone al sobrepeso y la televisión tiene gran incidencia en los malos hábitos de alimentación de los niños. Se debe apagar a la hora de sentarse a la mesa.

4. Ser modelos de ejemplo para los hijos: si tenemos hábitos saludables nuestros hijos también los tendrán. Si nos ven alimentándonos de manera poco saludable e inactivos, ellos también adoptarán estos hábitos.

5. Evitar la desorganización como por ejemplo, saltarse comidas como el desayuno, no tener horarios de alimentación fijos, comer en la cama o viendo la televisión.

6. Favorecer la comunicación y expresión de emociones y evitar recurrir a la comida para atenuar el malestar emocional de los hijos: Por ejemplo, un chocolate ante una rabieta o una pena. Ya que el niño inconscientemente va incorporando que comer es un medio para sentirse mejor, y esto se establece como un patrón. Así, a futuro, se convierten en personas que comen cuando se sienten mal, sin poder identificar si ese sentirse mal es ansiedad, estrés, tristeza, rabia, culpa, etc.

7. Evitar premiar un buen comportamiento con dulces y festejar acontecimientos importantes con comida “chatarra”.

Por último, es importante llevar a los niños a sus controles pediátricos para saber si sigue su ritmo de crecimiento en peso y talla. Es mejor prevenir antes de que sea obeso, que empezar a tratar un niño obeso. Si cambia su ritmo de crecimiento la intervención debe ser inmediata por un grupo de especialistas como pediatra y nutricionista, eventualmente la ayuda psicológica es importante para el manejo conductual de hábitos alimentarios a nivel personal y familiar.

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