
En general, es posible observar que actualmente gran parte de lo que hacemos lo realizamos con prisas, con sobrecarga de trabajo y compromisos, actividades extra laborales, sumando el ocuparse de cuidar a nuestros hijos y a nuestras familias. Terminamos teniendo poco tiempo para dormir, comer, siendo aún más complicado el tener espacio para relajarnos u ocuparnos de nosotros. Sumado a esto, es importante considerar que nuestro organismo percibe todo lo que hacemos. El cuerpo lleva su ritmo, no es su función entender que debemos llegar a tiempo a una reunión o recoger a nuestros niños o ir a entregar un trabajo. Eso a nuestro organismo le da igual, ya que él, necesita su tiempo.
Pero, ¿qué sucede con nuestra nutrición? Llegamos a casa cansados, fatigados y lo que queremos es comer algo rápido porque incluso muchas veces nos saltamos el almuerzo, mirar algún programa de televisión e irnos a dormir, y poco nos detenemos a pensar en la “comida”.
¿Qué comemos en estas instancias? Comidas rápidas y fáciles de cocinar además de consumirlas en tiempo récord, inclusive olvidándonos hasta de masticar. Consumimos alimentos como fideos, arroz, hamburguesas, salchichas, purés pre cocidos, pizza, empanadas o simplemente un snack o un dulce; toda esta alimentación contiene un alto contenido de grasas saturadas, carbohidratos simples y azúcares refinados, los cuales nos llevan al sobrepeso u obesidad y son un factor de riesgo determinante para padecer enfermedades crónicas no transmisibles como lo son la diabetes, hipertensión, dislipidemias o accidentes cardiovasculares, entre otras.
Para comprender qué estamos haciendo mal, debemos entender la definición de nutrición: se basa en el resultado de un serie de funciones que se realizan de manera armónica, equilibrada y solidarias entre sí, teniendo por objeto mantener y asegurar la vida.
El proceso de la nutrición se da en tres fases, a las cuales se le llama “tiempo de nutrición” y son: alimentación, metabolismo y excreción.
Con respecto al metabolismo, es relevante considerar que una vez que han sido digeridos y absorbidos los alimentos por el intestino, se da comienzo a este proceso. El metabolismo transforma la energía que contienen los alimentos que ingerimos en el combustible que necesitamos para todo lo que hacemos, desde movernos hasta pensar o crecer.
Entonces, el comer rápido y sin horarios de alimentación, en grandes cantidades, de una sola vez y sin un adecuado proceso de masticación, afecta directamente a nuestro metabolismo, no permite realizar su proceso de forma adecuada y lo enlentece. Además de perjudicarnos de muchas otras maneras:
Como el organismo lleva su propio ritmo y la mayoría de nosotros estamos acostumbrados a comernos todo lo que está a nuestra disposición y rápidamente no alcanzamos a percibir la señal de saciedad en el momento oportuno, si no que llega bastante tarde luego de haber comido más de lo que debemos, ya que al no masticar y comer rápido no le damos paso a los procesos y tiempos de la nutrición como es el metabolismo por consiguiente este se enlentece y nuestra digestión también.
El no tener horarios de alimentación y no comer en las cantidades adecuadas (porcionado) también enlentece nuestro metabolismo, ya que no lo tenemos “activo”, el dejar pasar entre 4 y 5 o más horas sin comer, esperar a sentir hambre, hace que éste no trabaje de manera adecuada, no utilice los alimentos ingeridos correctamente y no los convierta en energía para nuestras funciones. Es por eso que se recomienda comer como mínimo 5 comidas al día entre desayuno, almuerzo, cena y colaciones entre tiempos, con intervalos de 2 a 3 horas como máximo.
La mala alimentación y la falta de horarios de alimentación, además afecta a nuestra salud ya que nos produce subidas y bajadas de glicemia lo que puede desencadenar en enfermedades como resistencia a la insulina o diabetes.

A continuación te dejamos recomendaciones para combatir los malos hábitos de alimentación:
Come sin distracciones. apaga la televisión, aleja el celular de tu lado y enfócate en tu alimento, en darte el espacio y tiempo para disfrutar de éste..
Focalízate en lo que comes. Mientras estés masticando tu alimento, intenta centrarte en que esté bien deshecho antes de tragar. Intenta que tenga una textura lo más aproximada a la de la papilla. Verás cómo poco a poco te vas dando cuenta de las señales de tu cuerpo para avisarte que ya estás saciado, pues bien, es en ese momento cuando debes dejar de comer.
Date tiempo y espacio al comer. Suelta los cubiertos y el pan entre bocados.
Consume cantidades más pequeñas y porcionadas (no todo a la vez), lo que nos llevará a un mejor balance energético entre lo que como y lo que gasto o mejor dicho a un mejor metabolismo, por ende a un peso más óptimo para nuestra salud.
Sírvete la comida en platos más pequeños. Esto es importante ya que tendrás la sensación visual de tener más cantidad de comida en proporción al tamaño del plato.
Con respecto a lo de comer cantidades desmesuradas y tener que acabarnos todo lo que está en nuestro plato y no dejar expresar las señales de saciedad en el momento oportuno, puede ser un hábito inculcado por nuestros padres desde pequeños. Este es un comportamiento muy habitual en la sociedad en la que vivimos. Está totalmente normalizado, no sólo en nuestras comidas diarias, sino también en las celebraciones, parece que si no como grandes cantidades y pruebo toda la comida que hay sobre la mesa, no lo celebro de la misma manera. Esto mismo sucede con el alcohol, la mayor parte de celebraciones no se entienden sin él.
Así que debemos recordar que “comer como si no hubiera mañana”, puede llevarnos a un mañana con problemas de salud. Es importante respetar nuestros tiempos en general, brindarnos espacios de relajación, de autocuidado, otorgarnos el tiempo para desarrollar nuestras necesidades básicas como lo son la alimentación con responsabilidad, lo que nos traerá grandes beneficios y un futuro saludable.